-“Mañana prepárate. Por ke
te dejare entrar a una orgía”.
A través de sus mensajes por
WhatsApp comenzó a dibujarse su personalidad sobre sus letras. Le pedí detalles
y me dijo que me lo contaría todo al día siguiente. Me pidió una foto. Dijo que
quería saber con quién estaba hablando porque si no, le daría mucha rabia. No
le pedí que me explicara por qué. Le mandé una foto en que estoy pelando los
dientes, sentada sobre un bar y amenazando con tirar un zapato dorado hacia la
cámara.
Nos encontramos pasadas las
once de la mañana en la casa de su cuñado, al lado del parque donde
–supuestamente- mataron a Luis Andrés Colmenares, que es donde se queda cuando
viene a Bogotá. Llega en bicicleta, vestido con unos leggings de lycra negra
que le aprietan el ultra famoso y renombrado paquete. Lleva gafas de sol con
lentes azules, y cuando se quita el casco me sorprende su pelo amarillo. Luego
se quita las gafas y me encuentro con unos ojos azules. No sabía de qué color
eran sus ojos, nunca le había mirado los ojos.
—¿Y mi beso? —Me
pregunta sonriendo Nacho Vidal.
Se
levantó a las siete de la mañana y se montó en la bicicleta. Todos los días va
hasta el pueblo de la Calera y de bajada para en Chapinero a hacer Pilates
durante una hora. Está empeñado en recobrar los pectorales marcados como si
fueran tallados en madera, que tenía hace dos años.
—Lo
que comes es lo que eres —dice mientras rompe ocho huevos. Preparará unos
huevos revueltos con ocho claras y tres yemas, acompañados de un suplemento
vitamínico con sabor a vainilla. —Necesito energía para montar cinco horas en
bici y follar dos horas.
Sobre
la mesa del comedor hay dos laptops, una cámara de vídeo, un montón de tarros
de vitaminas y un libro titulado Fidelidad conyugal hoy. Nacho acaba de
pasar dos años sabáticos en que no entrenó y en su tiempo libre casi no salió de
su finca en Valencia, España, donde tiene un criadero de caballos. Está
separado de su mujer, la actriz porno colombiana Franceska Jaimes, quien además
es la mamá de sus dos hijos hombres. También tiene una niña de siete años a
quien no ve hace mucho tiempo. Si me refiero a relación que lleva con la mamá
de su hija como una tortura, estaría siendo generosa, pero a él no le interesa
publicar esa parte de su intimidad.
—¿Qué
relación existe entre la prostitución y la industria del porno?
—Antiguamente
no había ninguna, ahora toda. La que hacía pornografía no se dedicaba a la
prostitución. Pero ahora hay como la nueva moda en la que las actrices porno se
meten al medio porque eso les da una plataforma internacional para trabajar
como prostitutas. Los fans las ven, y se la llevan a donde sea por pasar una
noche y les pagan un billete. Ahora la gran mayoría de actrices porno son
prostitutas.
—¿Tienes
la capacidad de ordenarle a tu pene que tenga una erección, así no estés
excitado?
—Sí,
le digo: ¡Ahora! Pues es mi trabajo. Entras al set y tu cuerpo está
predispuesto a eso.
—¿Cómo
defines un buen polvo?
—Un
buen polvo es cuando te quedas en la cama después con ella.
—¿Cuál
es tu posición favorita?
—La
que le guste a ella. En la que ella se corra.
—¿Tú
en qué crees?
—¿Yo?
En mi mamá, que es la que me dio la vida. Yo creo más en los extraterrestres
que en Jesús. La religión fue creada para mantener al ser humano controlado,
porque todas las religiones están basadas en el miedo.
Me
doy cuenta de que no he traído pilas para mi grabadora y él comenta: “¡Pero qué
preparada estás!” Comienzo a temer que el detalle hará que dude de mi desempeño
y ya no quiera contestar mis preguntas, y entonces se para de la silla y vuelve
abriendo un control remoto con unas pilas que no me sirven.
—A
mí me gustan las mujeres grandes. Con diez, veinte, treinta kilos de más. Me
gustan las mujeres como tú. Es que me la he pasado follando con mujeres
delgadas —dice mientras lava los platos del desayuno, y los platos sucios que
había en el lava platos, y me pregunto si me está coqueteando. Luego pasa una
esponja con jabón sobre la mesada y recoge moronas con un trapo mojado.
—Yo
vivo solo. Si yo no limpio, vivo en la mierda. —Le pregunto por unas sábanas y
cobijas con dibujos de superhéroes que hay sobre un sofá en la sala. Quisiera
imaginármelo durmiendo en un sofá cubierto con eso. —Yo duermo en una cama, en
una habitación.
¿Tienes fetiche con las sábanas infantiles? —Me pregunta muy
serio.
Suena
su celular -quizá la décima vez desde que llegué-, es Andrés, uno de sus
mejores amigos en Colombia. Uno de esos regios bogotanos “de toda la vida”, que
aún no puede creer que Nacho Vidal sea uno de sus buenos amigos. “Bueno”, le
dice a Andrés. “Ya subo para arriba”. Y de inmediato se corrige, “Ni modo que
suba para abajo”. Cometerá el mismo error varias veces durante la tarde y todas
las veces se corregirá a sí mismo. Durante el almuerzo donde su amigo, Nacho me
contará que los amigos de sus hijos -de cuatro y seis años- ya comenzaron a
cuestionar las actividades que desempeña. Desde entonces le ha tocado estar muy
pendiente del tema y proteger la inocencia de sus niños, esquivando preguntas y
comentarios de la gente como si se tratara de balas.
Después
de su turno en el trío, Nacho filma a la pareja hasta que se vienen.
—¿Qué
les has dicho entonces, que te dedicas a qué?
—Ellos
saben que tengo caballos, que tengo un perfume, que tengo un restaurante, que
salgo en la tele. Yo me dedico a la industria del porno, yo no quiero que mis
hijos crezcan demasiado rápido.
Ambos
niños le dicen Nacho Vidal cuando se refieren a él, y Nacho les contesta: “Yo
no soy Nacho Vidal, yo soy papá”. Y su hijo menor le responde: “¡Tienes que ser
Nacho Vidal para ganar mucho dinero!”
—Yo
no soy Nacho Vidal, —me insiste. —Yo soy Ignacio Jordá González, Nacho Vidal es
un personaje que yo me inventé.
Hace
cuatro años dijo en un vídeo para la revista Soho que se ha acostado
con más de 5000 mujeres. 5000, 10000… Hoy en día ha perdido la cuenta. Luego de
veinte años en la industria del porno, a sus cuarenta años Nacho Vidal está
concentrado en que el uso del condón se vuelva obligatorio en la industria del
porno como lo es en California. La industria, que no está acostumbrada a usar
condón, lo ha tomado de forma negativa y le dicen que no va a vender nada. Él
dice que le da igual.
—Yo
quiero inventar el uso obligatorio del condón en la pornografía. Porque te vas
de esta industria ¿aportando qué? Por vender más no voy a seguir poniendo mi
vida en riesgo. Es madurar, o llámalo cambiar. Todo el mundo tiene derecho a
cambiar la manera de pensar. La gente no cambia pero la manera de pensar sí. Y
sigo pensando que el sexo sin preservativo es mucho más rico, eso no tiene
vuelta de hoja. Pero no estamos hablando de rico o no rico, estamos hablando de
tu vida.
Están
pasando cosas en la vida de este, que es uno de los dos reyes del porno, pues
Nacho Vidal aún comparte la corona con su amigo, el italiano Rocco Siffredi, si
se tiene cuenta que el norteamericano Ron Jeremy se convirtió en el payaso del
porno. Después de actuar frente a las cámaras durante veinte años, Nacho ha
comenzado a aburrirse del sexo por obligación. Ya no le divierte. Asegura que
la industria ha cambiado mucho. Ya no es lo mismo que era antes y comenzó a
aburrirse de follar por obligación. Está pensando en retirarse de la actuación
y se dedicará a la dirección y distribución únicamente, así como a sus
caballos, su restaurante, su perfume y una nueva línea de condones que saldrá
con su nombre.
Ya
de vuelta en la casa de su cuñado, es quizá ese mismo personaje el que me
invita a que lo acompañe mientras se da una ducha. Me siento sobre el bidet y
Nacho Vidal se mete debajo del agua y comienza a enjabonarse el pelo y el
cuerpo. No cierra la puerta de la ducha y responde a mis preguntas con la misma
disposición con que lo hizo sentado en la mesa del comedor.
Entonces apaga el
agua y se para en el marco de las puertas de la ducha y extiende la mano para
que yo le pase la toalla. Debo hacer un esfuerzo para no mirarle el pene, y
otro para que no se dé cuenta de que estoy haciendo un esfuerzo para no mirarle
el pene. Me pide que lo siga hasta el cuarto, y me siento sobre la cama
destendida mientras él se pone crema en todo el cuerpo y desodorante. Se está
arreglando para una orgía a la que lo han invitado unos fans.
Debajo
del agua fría, sí señores.
Camino
hacia la calle 85, donde buscaremos el taxi que nos llevará hasta el motel Las
Palmas, nos encontramos con la escritora Margarita Posada y entonces los
presento.
—Margarita,
Nacho. Nacho, Margarita.
—Nosotros
ya nos conocemos, —le dice Margarita sonriendo y con una ceja empinada.
—¿Ah,
sí? —Responde Nacho incrédulo.
—Sí,
una vez trataste de cogerme el culo en un baño.
—¿Yo?
Pues no me acuerdo.
—Seguro
que sí, —le digo yo a Nacho.
—¿Por
qué lo dices? ¿Es que te he cogido el culo a ti? —Me pregunta él con ojos
serios.
—No,
—le digo. —Pero yo se lo cogería a ella.
A la
entrada del motel, Nacho -que abre la puerta y pasa de primeras- se voltea y me
dice que ahí es donde graba las escenas con las travestis a las que está
dedicado en Colombia. Zigzagueamos por corredores angostos y subimos unas
escaleras hasta el cuarto piso del lugar, donde espera una pareja de fans.
La
segunda pareja se inventó alguna excusa y nunca apareció. Así, los planes de
una orgía se transforman en un trío. Él tiene la piel morena y ojos verdes de
gato, ella parece de 21 años, lleva un vestido blanco corto y muy apretado,
tacones de nobuk marrones con cadenitas plateadas y el pelo liso suelto, largo
hasta el culo. Aunque sabían que yo llegaría, me reciben con miradas
sorprendidas. Le extiendo la mano a la mujer y me encuentro con una mano
chiquita y sudorosa. Yo también estaría nerviosa si fuera ella.
Me
acomodo en una sillita que acompaña una mesa de vidrio redonda y saco mi esfero
y mi libreta. La pareja de casados y Nacho comienzan a hablar de temas
mundanos, aún no se sacan la ropa. En la televisión –sin volumen- hay un
programa de chismes del canal E!, y en la radio suena champeta. Nacho se
está probando unos leggings de lycra -de ciclista- que le regaló la pareja.
Luego, sin quitarse los leggings, y ya sin camiseta, se sienta encima de mí
dándome la espalda. Aprovecho la oportunidad para cogerle el culo y le digo a
la pareja que tiene el culito de un niño de 15 años.
Una
crónica de inmersión con el rey del porno no es crónica de inmersión si no se
le coge el paquete.
—¿Así
que tengo el culo de un niño, eh? ¿Y cómo tengo la polla? —Entonces me coge la
mano derecha y la pone sobre su paquete.
—Tienes
la polla de un dinosaurio, —le digo y él se ríe. Y sin embargo, no se para de
encima de mí y yo vuelvo a pellizcarle las nalgas hasta que se desespera y se
para como un resorte.
Bajo
la cabeza para tomar notas en mi libreta de Hello Kitty y cuando vuelvo a
prestar atención, Nacho, que ya no lleva ropa puesta, ya ha desvestido a
la mujer y comienza a besarla entre las piernas mientras me mira sonriendo y
ella mira a su marido que aún no se ha quitado la ropa.
Casi
a las cinco de la tarde, ya me he acostumbrado a verle el pene, que es como
verle un brazo, no tiene misterio. En Nacho Vidal no existe el concepto del
pudor. Para él, desfilar vestido es lo mismo que hacerlo desnudo. Mientras
folla, las facciones se le transforman en la cara de un villano. La mujer,
encaramada sobre él, ha comenzado a gemir, pero en ningún momento hacen
contacto visual. Mientras tanto su marido, que ya se ha desvestido, los graba
con la cámara del celular mientras se toca a sí mismo.
Entonces
le dan ganas de intervenir, y me extiende el celular para que yo siga grabando.
Y así es que me convierto –además de periodista- en camarógrafa amateur, y
espero que los primeros planos que tomé de la doble penetración satisfagan sus
expectativas.
Mientras
me muevo -sigilosa, pues como observadora debo ser invisible- alrededor de la
cama, Nacho lanza sus manos hacia mis tetas y yo brinco hacia atrás para evitar
el manotazo. En el cuarto hace mucho calor. Los tres están sudando y Nacho
tiene el paquete del condón pegado a la espalda. El hombre –mientras folla-
también está filmando y tomando fotos con una cámara. Cuando amago a soltar el
celular me hace una cara que indica que no debo dejar de grabar, y obedezco
hasta que Nacho me quita el teléfono de las manos y comienza a grabar él mismo,
no sin dejar de realizar la actividad por la que casi todo el planeta lo
conoce.
El
fetiche no estaría completo si Nacho Vidal no eyaculara sobre el pecho de la
mujer, y luego de hacerlo se retira al baño a darse otra ducha y me indica que
lo acompañe. El agua fría no aminora su erección, y sin cerrar la cortina,
Nacho vuelve a enjabonarse el pelo y el cuerpo.
—¿Te
has excitado? —Me pregunta.
—No.
—Es
que a ti no te gustan las pollas grandes, es que no eres arrecha.
—Te
sorprenderías.
—A
mí ya nada me sorprende, —dice riéndose el hombre del gran pene.
Volverá
a la casa de su cuñado a ponerse crema en la cara y perfume, pues tiene una
cita por la noche con una mujer de esas que mueren por conocerlo. Pero está muy
cansado, y haber hablado sobre su separación lo ha dejado sin ganas de salir,
así es que lo más posible es que cancele.
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